lunes, 27 de abril de 2020

Ninguno de nosotros volverá (Charlotte Delbo)

Charlotte Delbo, nacida en 1913 en una localidad próxima a París, enseguida se interesó por el teatro y la política. En 1932, siendo estudiante de filosofía en La Sorbona, se unió al Partido Comunista Francés. En 1934 se casó con George Dudach, un militante muy activo dentro del partido que sería fusilado el 23 de mayo de 1942 por sus actividades con la Resistencia francesa en la misma cárcel en la que se encontraba Charlotte y desde la que saldría hacia diferentes campos de concentración. Junto a otras 229 mujeres francesas, el 23 de enero de 1943 fue deportada hacia Auschwitz, en uno de los pocos transportes de prisioneros no judíos. Sólo sobrevivirían 49.

Ese grupo de mujeres fue confinado en Birkenau, después en el campo satélite Rajsko hasta enviarlas definitivamente a Ravensbrück el 7 de enero de 1944. Allí serían liberadas el 23 de abril de 1945 por la Cruz Roja Internacional que las llevaría a Suecia antes de organizar su regreso a Francia. 

Fue tras ese regreso cuando Charlotte Delbo escribe su trilogía Auschwitz y después, que no publicaría hasta 1965. Ninguno de nosotros volverá recoge las dos primeras partes de esa trilogía.

La autora escribe su propia experiencia en los campos de concentración de una manera no lineal,  completamente desmaquillada y desnuda sobre los hechos allí ocurridos, todos de extrema crueldad. Toda la belleza de la historia la aporta su magistral forma de contar con una narración compuesta de diversos géneros literarios. Los poemas, formados de saetas certeras que van directamente a la cabeza y al corazón de los lectores que apenas pueden pasar de largo sin comprometerse, son elegías cargadas de dolor, pero con la serenidad que aporta la distancia. La crónica o las memorias son otros modos de contar sobre algo que va más allá de lo imaginable.

Charlotte, al igual que el resto de las deportadas, estuvo hacinada en barracones de escasos metros cuadrados donde intentaban dormir las pocas horas que les dejaban descansar. Sin apenas comida, sin higiene y con el frío glacial de los duros inviernos polacos, fue la sed el mayor de los tormentos por los que tuvo que pasar. 

La dureza del relato se muestra sin paliativos; pero Delbo también se detiene en momentos que no anulan la esperanza. La amistad, el compañerismo, la generosidad o la compasión, serán una constante en la vida de esas mujeres empujándolas hacia la supervivencia. 

Quizá pueda parecer que la autora no aporte nada nuevo de lo ya conocido sobre los campos de concentración; sin embargo, su manera de contar, la belleza que sus palabras son capaces de trasmitir, dan al relato una luminosidad difícil de encontrar en otras historias.

Páginas:320

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