El caballero encantado (1909) pertenece a la última etapa de Galdós y es una de sus novelas clasificadas como mitológicas. Se podría decir que utiliza el elemento fantástico para profundizar en la decadencia de España de la época; las aberrantes diferencias sociales con el declive de una aristocracia hipócrita y de doble vida; el clericalismo y el laicismo latentes en un pueblo sometido por las clases pudientes y la jerarquía; las nuevas ideologías ya en las puertas del nuevo siglo; y un naturalismo casi religioso que aplauden algunos intelectuales.
Carlos de Tarsis es un joven marqués, rico heredero de veintiséis años. Tras la muerte de los padres, su mala cabeza le lleva a perder todos sus bienes mientras exige y explota a los campesinos que trabajan en sus tierras. En contacto con el mundo de la hechicería, sufre un extraño encantamiento a través de un espejo cuando visita la casa de uno de sus amigos que le lleva a convertirse en un pobre jornalero al servicio de unos agricultores en tierras de Castilla. Madre, un ser mitológico que representa la fuerza de la Naturaleza, le hará saber de su hechizo y el propósito de éste.
Galdós sigue un estilo cervantino, con reminiscencias pastoriles y de picaresca. Incluye diálogos teatrales en la narración, y algunas escenas recuerdan a la novela La piel de zapa de Honoré de Balzac del que se vio influenciado.
El gracejo en el modo de hablar, expresiones, etc., de algunos personajes y el humor en algunas actuaciones aligeran la lectura, algo densa para un lector actual.
La novela, que pretende ser moralizante, pone el foco de todos los males en la doble vida de los católicos oficiales y los pudientes, la hipocresía y el arte de las apariencias y las mujeres florero, ignorantes y entontecidas de finales del siglo XIX.