viernes, 4 de marzo de 2016

El jardín de Dachau (Ellen Marie Wiseman)


Quizá estemos un poco saturados sobre la temática de la Segunda Guerra Mundial, pero no me resisto a recomendaros este libro que a pesar del panomara desolador en el que se desarrolla, despliega un manto de luz y esperanza válido para cualquier situación y cualquier época.

Ellen Marie Wiseman, en un intento por redimir al pueblo alemán, muchas veces injustamente tratado,  pondrá en boca de uno de los altos cargos del régimen alemán lo que ocurriría posteriormente: “Toda Alemania pagará por nuestros pecados. Ya lo verá usted. Y, sin embargo, las acciones brutales sólo se convierten en crímenes de guerra si las ha cometido el bando perdedor”. Sin adentrarse en acusaciones estériles, no dejará por eso de indicar que no solo los nazis cometieron errores y que los Aliados no se eximen de culpa. El no poderse imaginar tanta crueldad relatada por los supervivientes, el pueblo alemán será incapaz de creer  lo que fueron capaces de hacer los dirigentes en los que confiaron: “¿Por qué iban a asesinar a millares de personas? Y, ¿cómo iban a matar a tantísimos de una vez?(…) Me cuesta mucho creerlo. Eso es físicamente imposible”.

A punto de comenzar la Segunda Guerra Mundial, ajenos a los rumores ya eminentes del conflicto bélico que corren por el pueblo, Christine Bölz, una hermosa joven alemana luterana, e Isaac Bauerman, también alemán, pero judío perteneciente a una rica familia burguesa , se prometen amor eterno. No tardarán en ser conscientes de que la única manera de poder verse será clandestinamente, ocultos a los ojos de los demás. Sin embargo, y pese a sus grandes deseos de estar juntos, deberán rendirse a la evidencia. Con la desesperación pintada en el rostro, Christine se aferrará como a un hierro ardiente a la promesa de Isaac antes de separarse: “Algún día volveremos aquí, juntos. A la luz del día. No nos preocupará que nos vea nadie y cogeremos este mantel. Y cuando nos casemos, lo pondremos en nuestra mesa de boda, bajo una enorme tarta y un millar de flores”. 

Comenzará para ellos dos y  sus familias la experiencia de un sufrimiento absurdo, consecuencia de un conflicto de ambición irracional, y fuera de toda lógica.  Sólo serán capaces de sobrellevar el mayor dolor por el amor a la persona querida, la unidad familiar y los lazos de una amistad fuerte y desinteresada: “Quiero que sepas una cosa: fue el pensar en ti lo que evitó que me volviera loco. Jamás he dejado de amarte. Ni un solo instante”, le dirá Isaac a Christine en unos de sus encuentros más dramáticos.

Cuando el padre de Christine logra regresar de Rusia donde había sido destinado como soldado del ejército alemán, mantiene con su hija una conversación lo más serena posible intentando trasmitirle algo de razón y esperanza  ante el panorama desolador  de una guerra cruel y sin sentido: “Christine, quiero que entiendas una cosa: la guerra convierte a algunos en responsables, en criminales a otros y en víctimas a todo el mundo”. Christine que “estaba cansada de sentirse indefensa y aterrorizada, cansada de las sirenas antiaéreas y de la tela negra puesta en las ventanas, cansada de ver confusión y miedo en los ojos de sus hermanos, cansada de ver a su madre trabajar tantísimo simplemente para mantenerlos a todos vivos. Pero sobre todo, cansada de preguntarse si alguno de ellos sobreviviría siquiera”, encuentra en los brazos y las palabras de su padre el consuelo a una vida que se presenta destrozada cuando apenas comenzaba a desplegarse.

Para acomodar la trama al entorno la autora se toma algunas libertades que ella misma explicará al final del libro, pero no por eso deja de ser una novela interesante y bien escrita.

Espero que os guste.

Páginas: 560 












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