miércoles, 7 de febrero de 2018

Atajos del silencio (Julián Herranz)


Esta pequeña obrita de poesía que me propongo recomendaros me la regalaron hace unos pocos meses. Después de leer alguna poesía por encima la dejé olvidada sobre un estante. Torpeza por mi parte, pues quien me la regaló conocía bien mis gustos de lectura y de montaña, y sabía que disfrutaría con ella. Fue la casualidad, o la necesidad de ordenar algunas cosas, que me llevaron a reencontrarla en el lugar en el que había quedado olvidada.

El autor, Julián Herranz, gran aficionado a la montaña y autor de un centenar de publicaciones entre artículos y libros de teología y espiritualidad, nació en Córdoba en 1930, en 1950 se incorporó al Opus Dei cuando estudiaba Medicina en Madrid. En 1955 fue ordenado sacerdote, participó activamente en los trabajos del Concilio Vaticano II y en el proceso posterior de actualización de la legislación universal de la Iglesia. Consagrado Obispo en Roma el 6 de enero de 1991, fue nombrado en 1994 Arzobispo y Presidente del Consejo Pontificio para las Leyes de la Iglesia. Colaborador de Juan Pablo II en los 25 años de Pontificado, fue nombrado Cardenal en el Consistorio del 21 de octubre de 2003.

Con este currículum imaginaréis que las poesías no podrían ir de otra cosa que no fuese algo de carácter espiritual, y acertáis, porque cuando se contempla la Naturaleza en todo su esplendor, la persona que se dispone a ello escucha cómo los cielos narran la gloria de Dios y la obra de sus manos anuncia el firmamento (Salmo 19, 2). Cada una de las poesías, acompañada de una pequeña introducción que quiere dar explicación de ella, es una referencia a la Belleza que al autor le colma el alma. A las experiencias de la subida se unen las experiencias de un diálogo interior personal que invita a un silencio íntimo, contemplativo y fructífero.

El mismo autor señala que estas poesías fueron escritas a vuela pluma tras cada subida, sin técnica y sin intención de que fuesen publicadas. En alguna de ellas se aprecia la influencia de algunos otros a los que seguramente el mismo autor ha leído infinidad de veces, como a Machado, del que alguna frase ha cogido prestada. Pero no cabe duda que cada una de ellas conmueven, y dan una serena placidez a quién las lee. Habría que añadir la envidia irreprimible por alcanzar las hermosas cimas de las que habla.

Espero que disfrutéis con su lectura.

Páginas: 160







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