La editorial Gatopardo ha tenido el acierto de rescatar a varias escritoras británicas de la primera mitad del siglo pasado cuyo ingenio es digno de tener en cuenta. Alma cándida, de Elizabeth Taylor, es una de ellas, y que ya os recomendé en otra entrada.
Ahora os animo con Fresas silvestres, de Angela Thirkell, publicada por Gatopardo hace apenas dos semanas. Esta autora nació en Londres en 1890 en el seno de una familia
ilustrada de la que formaban parte políticos, escritores y artistas de
renombre. Desde que inició su carrera como escritora a principios de los años
treinta del siglo XX y hasta su fallecimiento en 1961 escribió una novela al
año. Fresas silvestres, escrita en 1934, está considerada una de las
mejores de su extensa producción literaria, y que yo sepa, la única traducida al castellano.
Lady Emily es una excéntrica aristócrata cuya
generosidad y sentido del deber raya la exageración haciendo y deshaciendo
cuanto cree que está bajo su responsabilidad. Junto a su esposo, el acomodaticio
señor Leslie, habita una lujosa casa de peculiar construcción en una hermosa
finca en Rushwater. Próxima ya la época vacacional están con el matrimonio su
hija Agnes con sus tres hijos pequeños, su nieto mayor y heredero Martin, y sus
hijos John y David. A ellos no tarda en unirse Mary, una joven encantadora,
sobrina del esposo de Agnes, a la que han invitado a pasar el verano. Pronto
quedará la joven prendada de la simpatía y la apostura de David Leslie, un
seductor egoísta y superficial sin ningún interés por comprometerse con una
relación seria. Sin embargo, no es en él en quien se fija Agnes para concertar
un emparejamiento para Mary. La oportunidad para que la muchacha tome posición
ante su futuro quizá podría darse durante el baile para la fiesta de cumpleaños
de Martin.
Angela
Thirkell utiliza un agudo sentido del humor y de lo cómico al
poner en escena a sus personajes. En una época de entreguerras en la que se
cuestionan los parámetros sociales tradicionales, la autora consigue hacer una
crítica audaz sobre los sentimientos de clase, los prejuicios y los modos a los
que no está dispuesta a renunciar una aristocracia trasnochada.
Apoyada en los clásicos, de los que se puede leer
entre líneas su admiración por ellos, da vida a unos personajes capaces de los
sentimientos más elevados junto a las acciones más elementales y prosaicas sin
solución de continuidad.
Con gran ingenio, Thirkell logra
escribir una historia simpática, inteligente y muy agradable de leer.
Páginas: 271
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