Lucía ejerce como fisioterapeuta en el pequeño pueblo de los Abruzos en el que nació. De allí salió treinta años atrás tan solo para cursar sus estudios; pero después regresó, se casó, se instaló profesionalmente y tuvo a su hija Amanda. También en el valle vive su padre, ya viudo y los vecinos y amigos de toda la vida. Ese apego a la tierra ha tenido sus consecuencias: Dario, su marido, se ha marchado a Turín persiguiendo una carrera profesional más prometedora, dejando su relación matrimonial en suspenso; y su hija Amanda, de veinte años, se ha marchado a estudiar a Milán. Pero la pandemia de COVID ha propiciado el regreso de la hija al pueblo; sin embargo, su mutismo y su indiferencia ante lo que le rodea deja a Lucia sin recursos para entablar una relación adecuada con ella. Sospecha que el motivo ha podido ser un atraco sufrido por Amanda en Milán tras el cual Lucia, amparada en la distancia, no supo estar a la altura para consolarla. Este estado anímico de la joven trae a Lucia recuerdos del terrible suceso que tuvo lugar en el valle cuando ella y su amiga Doralice contaban con veinte años. También ellas tuvieron que enfrentarse a unos hechos que les resultaron difíciles de gestionar dejando al descubierto su vulnerabilidad y la fragilidad de su existencia.
Di Pietrantonio sitúa a las protagonistas de la historia en una edad en la que el deseo de libertad e independencia que conlleva la mayoría de edad, anhela todavía la protección familiar y el deseo de pertenencia. Una línea muy fina y muy frágil, en la que la relación padres-hijos está en juego. El respeto de los padres a la libertad de los hijos puede estar obviando el deseo de protección de los hijos y, a la vez, el deseo de independencia de los hijos, puede impedir el acercamiento de los padres. Se hace patente la necesidad de un diálogo intergeneracional que quizá no necesite de palabras, sino de hechos, más en un contexto social rural en el que las palabras se economizan.
La novela está bien escrita y la autora sabe conjugar el presente y el pasado con saltos en el tiempo que dan agilidad al relato y capta la atención del lector. La prosa es fluida y rica en matices descriptivos.
Se pone en valor la amistad, la paciencia, aceptar la posibilidad del error en las decisiones, la esperanza y la acogida desinteresada que solo es posible en la familia. Se trata de una lectura que puede ser del interés tanto de padres con hijos adolescentes, como de los adolescentes mismos. Espero que disfrutéis con su lectura.
Páginas: 258
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