Jatyn rememora los recuerdos del protagonista de la novela Fliora Gaishum (Kotia). Veinticinco años después del final de la guerra, junto a su mujer y su hijo, acude a una excursión de antiguos partisanos y sus familias para recorrer en autobús los lugares donde tuvieron lugar las masacres ocasionadas por los nazis en la región de Minsk. Aunque todos los allí presentes han logrado seguir adelante con sus vidas, son demasiadas las ausencias y se hace difícil mantener la animosidad que les llevó a combatir en su juventud. Él mismo, ciego desde hace algunos años como consecuencia de los daños sufridos durante la contienda, no puede evitar cierto distanciamiento a pesar del ambiente cordial que todos se esfuerzan por crear. Tras los saludos iniciales, Fliora (Kotia) se adentra en sus pensamientos y sus vivencias personales cuando siendo un muchacho se une a los partisanos dejando a su madre viuda y a sus dos hermanitas gemelas en la aldea. Al poco tiempo llegan noticias escalofriantes a los campamentos: en los pueblos de donde han salido los partisanos o los han encubierto, los nazis están incendiando sistemáticamente las casas con sus comandos de castigo y exterminando a sus habitantes de la manera más cruel posible. Esta crueldad es mayor si cabe en cuanto que los policías bielorrusos colaboracionistas hacen el trabajo más sucio.
Alés Adamóvich escribe de una manera objetiva y cruda una realidad que sobrecoge. A partir de unos pocos archivos de guerra que transcribe en la novela, y algunas confesiones de los testigos, el autor da voz por unos instantes a los verdaderos protagonistas, callados para siempre por la tortuosa mentalidad y la actuación de los nazis.
Con saltos en el tiempo y frases cortas, en las que vivencias y sentimientos se mezclan en el contar del protagonista, la narración se vuelve densa y puede dificultar la lectura. También el empleo de diminutivos en los nombres (hipocorísticos), como es habitual en la literatura rusa, puede complicar ocasionalmente seguir el hilo de la trama.
Alés Adamóvich escribe de una manera objetiva y cruda una realidad que sobrecoge. A partir de unos pocos archivos de guerra que transcribe en la novela, y algunas confesiones de los testigos, el autor da voz por unos instantes a los verdaderos protagonistas, callados para siempre por la tortuosa mentalidad y la actuación de los nazis.
Con saltos en el tiempo y frases cortas, en las que vivencias y sentimientos se mezclan en el contar del protagonista, la narración se vuelve densa y puede dificultar la lectura. También el empleo de diminutivos en los nombres (hipocorísticos), como es habitual en la literatura rusa, puede complicar ocasionalmente seguir el hilo de la trama.
Aunque se trate de una novela muy interesante en cuanto realidad histórica y el autor se limite solo a las imágenes necesarias sin recrearse en la morbosidad, la novela puede no ser apta para todas las sensibilidades.
Páginas: 288
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